miércoles, 21 de abril de 2010

Aprender a narrar

APRENDER A NARRAR
"Algunos desvaríos en torno a la creatividad han formado una cierta idea de que basta con expresar para que eso que manifestamos sea una forma de arte. En los sectores más fanáticos, se afirmará incluso que mientras más ambiguo y chocante, más sentido artístico posee.

Sin embargo y pese a lo que quieran los “creativos” de marras, el arte tiene ciertas reglas que lo ordenan y encaminan para cumplir su fin. Y la narración no es una excepción.

Se quiera forjar una pieza de arte narrativo o simplemente comunicar con natural eficacia a un pariente, amigo, cliente, superior o público en general, es preciso someterse a este marco mínimo de normas.

Imaginemos que el lector desea – o necesita - escribir o narrar alguna situación y se encuentra en el punto 0 del camino narrativo, esto es, tan sólo sabe qué quiere decir y a quienes lo comunicará.



¿Cómo comenzar?

El primer paso no es, contra la imaginación popular, tomar pluma y papel, ensayar textos y descartarlos hasta formar una informe masa de papeles arrugados sobre el piso. Hay un paso previo y determinante: pensar.

Hay tres áreas básicas que tenemos que tener respondidas antes de entregarnos a lo que entendemos que será nuestro trabajo propiamente narrativo.

La primera nos pregunta sobre el destino. Ajustémonos a una necesidad real y tendremos la primera imagen: ¿quiénes me leerán? Preguntándonos sobre nuestros futuros lectores tendremos muchas pistas sobre que caminos tomaremos. Pensemos en sus maneras de ser, de sentir y de pensar. En sus necesidades y particularidades. Narrar a un público que nos lee de paso, apurado o nos presta atención entre otras informaciones o narrarle a personas que quieren leernos y se detendrán a atender a nuestras ideas con interés, no es lo mismo.

También es importante pensar en los pasos que intermedian, esto es, si acaso lo que diremos pasará por otras manos antes de llegar al público final. También debemos considerar las particularidades de estas instancias previas, sus maneras de ser y los criterios que aplicarán para aprobar nuestro texto.

La segunda nos pregunta sobre el fin. Ahora avanzaremos hasta la meta final de nuestra narración: ¿para qué les servirá? Cada público nos entregará una respuesta distinta como es diferente la utilidad que les significará nuestra narración al público específico para quienes escribimos, para aquellos que nos leen por casualidad o para quienes evaluarán nuestro texto. Es importante diferenciar entre lo que deseamos producir en ellos (nuestro objetivo) y aquello que creemos que realmente ocurrirá.

La tercera área nos pregunta sobre el medio. Finalmente, retrocederemos a un campo mucho más inmediato: ¿cómo lo haré? No hablamos tanto de la forma o estilo que emplearemos sino de los aspectos de planificación que nos significa nuestra idea. Proyectar, por ejemplo, el tiempo que estimamos que tardaremos en escribir, la extensión de líneas o páginas, los recursos para investigación que necesitaremos, etc.

Esta metodología nos facilitará el trabajo y garantizará un resultado profesional. Así estaremos asegurados ante las tendencias naturales de todo autor a desear incluir otros aspectos, a retrasar sus tiempos y a desviarse de tantas formas de la meta final que nos propusimos, conservando siempre el sabor original que concebimos.

Con esta brújula narrativa es muy difícil perder el rumbo o corromper la calidad lógica de lo que diremos: tenemos la ventaja de conocer a nuestro interlocutor.

Ese destinatario puede ser enfrentado, a su vez, desde tres posiciones:

Desde la postura del yo, donde el intimismo nos hace protagonistas y destinatarios finales, al estilo de un diario de vida.

Desde la postura de un diálogo, donde la relación de lo narrado se comparte con alguien cercano, un cómplice, al estilo de una carta personal.

Desde la postura de una narración, donde lo sucedido es transmitido a receptores que no conocemos necesariamente, por lo que la cercanía se distancia y narramos más impersonalmente, al modo de una noticia o un cuento.

Si bien mudamos los destinatarios y los tiempos de narración (presente, pasado, etc.) mantuvimos siempre la coherencia necesaria para que el relato fuese claro y comprensible. Por lo mismo, la selección del vocabulario será pensada en función a facilitar la comprensión de nuestra narración. Por eso es preferible la eliminación de un lenguaje técnico y los modismos locales como son las expresiones propias de una clase social determinada, de una región o país, excepto casos puntuales en que la narración así lo requiere.



El orden en la narración

Ya sostuvimos que el arte no se relaciona con una suerte de “laissez faire” caprichoso donde lo único válido es publicar una sensación interna. Existe un acomodo a cierto orden que concede las proporciones y formas de belleza al acto creativo.

Ahora nos ocuparemos del orden narrativo. Veremos, entonces, la estructura perfecta de un relato, sea cual sea su naturaleza. En otras palabras, estudiaremos los medios para lograr que nuestro relato cumpla su función, más allá de las cualidades del narrador.

Esta ordenación interna dispondrá, decíamos, de las partes de la narración. Y las dispone en secuencia lineal. Es la forma en que el lector mentalmente ordenará la información. Como en un camino jerarquizado, principia la recolección de ideas al abrir las puertas y culmina con la última palabra del último párrafo. Esta obviedad, como muchas otras, se oculta en el proceso creativo hasta volverse invisible, si se tiene arte. Pero no menos veces por invisible se olvida.

Todo orden posee un principio. Cuando el lector se interesa por leernos, posee una expectativa. Se “imagina” lo que diremos, se hace ilusiones, tiene temores, etc. En consecuencia, es recomendable acercarnos psicológicamente a él en las primeras líneas. Pero, aún antes de este paso, necesitamos formar la idea con el título. Aquí el genio de quien escribe ajustará las condiciones formales para expresar la idea general de lo que leerá y templará el ánimo de quien lee.

Una vez interesado en lo que diremos, le guiaremos hacia lo que deseamos narrar. Conviene crear una imagen nítida, fuerte y atrapante que despeje las dudas y confirme sus intuiciones positivas. Recordemos que al decidir tomarse el tiempo de prestarnos atención, el lector se formó una previa idea, un prejuicio. Ahora que le convencimos para leer, él se guiará en la búsqueda de información que le refuerce, argumentos convincentes, ideas claras, giros que le seduzcan en alguna forma. De nuestra mano ampliará sus ideas, formará opinión y decidirá al término de leernos, si logramos interesarle como para llegar al final.

Finalmente, responderemos a una pregunta que se formuló al posar los ojos en la primera línea: ¿Qué sacaré en limpio? Para ayudarle, ya antes de comenzar a escribir prepararemos un final perfecto, que cierre las ideas y que por su peso y condición de por concluido – implícita o explícitamente - el motivo central de la narración.

Con esta herramienta narrativa elemental dispondremos de una poderosa maquinaria de trabajo, que por simple y elemental, es capaz de potenciar con claridad todo cuanto deseemos transmitir. En manos del narrador queda la extensión y complejidad de lo tratado, considerando el diálogo con el lector y sus ideas".


Fuente: Maker Wiki

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