lunes, 24 de mayo de 2010

El grafiti y la literatura, por Ramón Manrique Boeppler


"Grafiti" (o "grafito") es, según el DRAE, un "escrito o dibujo hecho a mano por los antiguos en los monumentos", o bien un "letrero o dibujo circunstanciales, generalmente agresivos y de protesta, trazados sobre una pared u otra superficie resistente". Pero ¿existe alguna relación entre el grafiti y la literatura? Lee este artículo de Ramón Manrique Boeppler, publicado en Media Isla, y saca tus propias conclusiones. 




EL GRAFITI Y LA LITERATURA


Reflexiones, sentencias, a veces frases trilladas, son historias que trascienden la brevedad de sus textos.  

La literatura es el arte de utilizar las palabras. En esencia, el de crear una comunión entre el autor y el lector a través de las palabras. El libro, el texto en todas sus formas, incluyendo las pantallas del mundo virtual, son los instrumentos del mundo literario, al que se acercan los relatos orales, las narraciones de historias de la realidad o la ficción.
El grafiti moderno, o grafito (del italiano grafitti), cuyos orígenes se remontan a los años del imperio romano, ha utilizado como instrumentos las superficies urbanas: paredes, suelos, objetos, hasta vagones de trenes y vehículos, para expresar imágenes, pensamientos y posiciones políticas, entre otros. Tanto en Estados Unidos como en Europa, el término se asocia con imagen.
De hecho, los nombres reales o ficticios de sus autores son, más que textos, imágenes de textos.
En América Latina, hacia comienzos de los años 60, para lo cual ejerció indudable influencia la revolución cubana, las paredes de las urbes se convirtieron en instrumento para la protesta, la denuncia, la consigna política. Por décadas, en una región de los muchos que tienen poco y de los pocos que tienen mucho, el grafiti fue primordialmente una tribuna de comunicación social, bien fuera en Ciudad de México, Bogotá, Buenos Aires o Santiago.


Entrada la postmodernidad, el universo del grafiti en América Latina incursiona en nuevas vertientes de expresión. Si bien existen remanentes del “grafiti social”, de denuncia, hoy es más frecuente hallar aquellos que, prescindiendo de toda imagen, son manifestaciones creativas próximas a la literatura, a una literatura marginal, por supuesto. Reflexiones, sentencias, a veces frases trilladas, son historias que trascienden la brevedad de sus textos.
En Argentina, Eduardo Gosende y Pablo Scharagrodsky, de la Universidad Nacional de Quilmes, elaboraron una tipología de los Grafitis por su sentido discursivo: 1) Machista, 2) Misógino, 3) Insulto, 4) Emblema, 5) de Amor, 6) Femenino, 7) Feminista, Antiabortista, 9) de Cuerpo, 10) Bromista, 11) Chiste célebre, 12) de Droga y Adicción, 13) Retrato, 14) Villero, 15) Tumbero, 16) Lápida, 17) Filosófico, 18) No clasificados.

He aquí algunos ejemplos:
  • Yo no nací ayer: nací anoche.
  • No puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía
  • ¡La única iglesia que ilumina es la que arde!
  • Yo aborto tu abortas todas callamos
  • El gobierno es una paranoia colectiva.
  • No orinarse aquí: ¡Cristo te ama!
  • Las feas también tienen derecho a vivir: pero no todas en este barrio.
  • Ni dios ni ley ni patrón ni marido.
  • ¡Que venga la que nunca ha sido!
  • Mientras los medios sigan mintiendo las paredes seguirán hablando.
  • Karen: te amo mucho. Estas palabras contienen mi vida.
  • Que las mentiras parezcan mentira.
  • Los lokos y los niños siempre dicen la verdad: a los unos les encierran y a los otros les educan. [Ramón Manrique Boepler, escritor colombiano, autor de Este miércoles, 2007]

Ramón Manrique Boeppler


© de la fotografía: Francisco Rodríguez Criado


  

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