miércoles, 12 de enero de 2011

Leña del árbol caído

Fuente de la imagen: Don Marcelo (Flickr)

Haciendo zapping días atrás acabé abducido durante unos minutos por uno de esos programas en los que una jauría de periodistas de medio pelo juegan a ser miembros del tribunal de la Santa Inquisición mientras atizan con la cimitarra al invitado de turno, alguien que transita por el lado oscuro de la vida. En este programa contaban con la ayuda de la máquina de la verdad, ese artefacto que por una parte sirve para magnetizar a los espectadores y por otra viene a poner de manifiesto el escaso éxito obtenido por los reporteros a la hora de extirparle la verdad al invitado-acusado (con técnicas muy parecidas a la que usan los dentistas para extraer las rebeldes muelas del juicio).
El invitado –para mí desconocido– respondía a las preguntas mientras su mujer –también desconocida para mí– languidecía de dolor o suspiraba de alivio según el veredicto de la máquina. El acusado no acabó mal parado del todo. Según el aparatejo, unas veces decía la verdad y otras mentía. Como cualquier hijo de vecino, vaya. Lo que me llamó la atención fue que la mujer tiritara de miedo ante una de las preguntas que le hicieron a su marido: “¿Estás enamorado de tu esposa?”. Él, claro, dijo que sí, y la máquina, en un gesto de sensibilidad, determinó que en esto no mentía.
En ese momento me compadecí de la mujer, enamorada de un hombre de quien en el fondo desconfía (en caso contrario no temblaría ante el veredicto de la máquina de la verdad). Intuyo que bajo ese amor latía la sombra de la duda sembrada previamente por estos autoproclamados periodistas, modernos inquisidores del corazón, expertos en hacer leña del árbol caído.  

Francisco Rodríguez Criado

(Artículo publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO Extremadura el miércoles 12 de enero de 2011).  



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