domingo, 15 de abril de 2012

Esos libros que dejamos a medio leer



Mesa-librería. Fuente de la imagen

El escritor David Torrejón reflexiona en estas líneas sobre los libros inconclusos, esos que dejamos a medio leer porque su lectura no nos resulta lo suficientemente grata. Torrejón establece dos tipos de lectores: por una parte, aquellos que no suelen dar demasiadas oportunidades a los libros; y por otra, los lectores abnegados que nunca abandonan la lectura antes de llegar a la última página.

¿A qué tipos de lectores perteneces tú?

El artículo de David Torrejón lleva por título "Esos libros inconclusos", y fue publicado en el blog Náufragos en tiempos ágrafos el 11 de abril de 2012.




ESOS LIBROS INCONCLUSOS

David Torrejón

Igual que no hay dos escritores iguales, no hay dos lectores idénticos. Sin embargo, me parece que a estos últimos los podemos dividir en dos grandes grupos por una característica diferenciadora: su compromiso para llegar al final de una obra. De un lado están los que viven como una obligación alcanzar la última página de cada libro que empiezan, aunque desde la segunda se hayan dado cuenta de que no era para ellos. ¿Por qué lo hacen? ¿Quizás porque esperan que en algún momento la obra remonte y les compense el martirio de tantas páginas de aburrimiento o desencuentro? ¿O quizás es simplemente una muestra de perfeccionismo extremo, un exceso de responsabilidad?

De otro lado están aquellos lectores que dan pocas oportunidades a un libro y, a la primera de cambio, lo devuelven a la estantería o piensan en alguien a quien le podría gustar para deshacerse de él. ¿Es un carpe diem que resuena en su cabeza? ¿Es gente con más libertad de criterio que los anteriores? ¿No temen perderse alguna perla escondida a la vuelta de la siguiente página?

Yo comprendo muy bien a esos dos tipos de lectores porque he formado parte de ellos en diferentes momentos de mi vida. Durante mi juventud dejar un libro sin terminar era para mí una suerte de fracaso personal. Tenía una cierta justificación: eran casi siempre obras mayores que me habían sido recomendadas encarecidamente, o que sabía veneradas por los buenos lectores. Pocos de entonces quedaron sin terminar. Alguno he citado en otra entrada, pero no quiero reverdecer heridas recientes.

Desde hace unos años, sin embargo, me he pasado al otro bando. Demasiados libros por leer y muy poco tiempo como para perderlo a disgusto. Esa es mi auténtica motivación. Pero he de confesar una cosa: nunca abandono antes de la página cincuenta. ¿Por qué? Procede de mi experiencia como lector. Cuando uno salta de un autor a otro necesita un tiempo de aclimatación. Si la prosa es muy diferente, puede uno estar desconcertado durante unas cuantas páginas hasta que le toma el pulso al narrador. Esa es una razón. Otra, que hay autores que no quieren dar facilidades al lector, al menos de la manera en que hoy se hace y casi se exige. Aquello de: “Desde la primera página te agarra del cuello y no puedes parar hasta el final”. Es algo que yo intento practicar como escritor, pero que, creo, no debe llevarse al extremo.

En mi personal experiencia, el ejemplo más claro de esto que digo es Gonzalo Torrente Ballester. El sabio de El Ferrol no se casaba con el lector, el lector tenía que casarse con él. Esas cincuenta primeras páginas suyas son la pedida. Pero, ay amigo, el gozo que aguarda a quienes superan esa barrera compensa con creces el esfuerzo. Con pocos autores he sentido esa sensación de desespero cuando compruebas que de trescientas páginas solamente te quedan cincuenta o cien para terminar. Muchas veces, incluso, ralentizaba esa fase para seguir estirando el placer lo más posible. Una vez, en una entrevista, se lo comenté y seguro que no fui el primero porque, rápido, me contestó: “No sea tonto: la próxima vez empiece usted por la página cincuenta”.

Qué diferente experiencia la de esas otras novelas en las que el disfrute sólo está en función de la trama, del deseo de conocer si al final hay boda o quién es el asesino. Es verdad que te llevan a matacaballo agarrado de una página a otra pero, en muchas ocasiones, eres consciente de que debajo sólo hay trucos del oficio y de que eso que estás leyendo ni tiene calidad ni, a veces, coherencia.

Con Torrente, con Javier Marías, y con muchos autores discretos como E. Gavilanes, L. Junco, Caneiro, P. González Rubio o el nuevo descubrimiento, Francisco Rodríguez Criado (Mi querido Dostoievski) eso no me ocurre. No llego al final porque quiera saber nada. Simplemente porque estoy disfrutando de cada página que leo. Me encantaría saber hacerlo.

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1 comentario:

  1. Me encanta este artículo. Yo soy de las lectoras "sin compromiso", pero en vez de llevarlo en seguida a la librería, lo dejo sobre mi mesilla durante meses, esperando retomar la lectura.
    Cosa que a veces he hecho años después, y fruto de ese segundo intento son, por ejemplo, lecturas como "Olvidado Rey Gudú", (que me entusiasmó) y "Venus Bonaparte", que me gustó bastante. Victoria Pelayo.

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